jueves, 31 de enero de 2008

Las motos y yo.





















Os aseguro que voy a hablar de motos y si alguien no me cree que siga leyendo, tened fe. Pues eso, las motos. Mi vida y las motos que por lo menos hasta hace nueve años fueron de la mano. Empecé en mi "tierna" juventud con una Mobylette" blanca, impoluta y una maquina a pesar de su poca cilindrada. Después le siguió una Puig modelo Carabela, esta ya con marchas y, como se diría hoy en día, la tunee. Le puse un asiento mejor, reposapiés traseros y una rueda trasera mas ancha. Tenía un "reprís" increible y adelantaba en las arrancadas de los semáforos a motos mas grandes aunque luego dada la diferencia de poténcia me adelantaban ellas, pero ahí estaba yo con mi Puig haciéndoles sombra. Entonces entré en la vorágine de motos de segunda mano, la primera fue una Bultaco Sherpa enduro de 250 c.c., una verdadera cabra montés y que al acelerar me ganaba la mano derrapando a veces y desestabilizándome otras, de resultas de sus extremas reacciones, y mi imposibilidad para domarla, decidí venderla pocos meses después de haberla comprado. La segunda fué una Sanglas de 350 c.c. con el deposito redondo, procedente de la policía. Una gran moto en todos sus sentidos y que intentaba imitar, en cierta manera, a la Harley davidson clásica. Con esta moto realizé dos viajes fuera de las islas. El primero fue, embarcando la moto en el barco de Valencia, desde esa ciudad, atravesando la mancha por Albacete hasta Madrid y viceversa tres días después. El viaje fue inolvidable y lo hice con un amigo mío y compañero de telégrafos, Pep Planells, para ir a examinarme en unas oposiciones, que por cierto yo suspendí. La anécdota más importante del viaje sucedió en un pueblo, de cuyo nombre no me acuerdo situado entre Albacete y Madrid, allí empezó a perder aceite la moto por la junta de culata pero al pararnos no hubo manera de encontrar un recambio y ante mi sorpresa un hombre que trabajaba la piel, haciendo calzado y chaquetas, se ofreció a cortar de un trozo de cuero una junta nueva. Aceptamos y así lo hizo, quedando la moto perfecta y de la alegría que le dió no quiso cobrarnos. El segundo viaje, y último para la moto, embarcando la moto hasta Barcelona, partimos de ella hacia el valle de Aran, Andorra, Huesca, Santander, Asturias, Vascongadas, y llegamos hasta uno cincuenta kilómetros de Santiago de compostela. Pero debido que en Orio, se nos rompió la moto y tuvimos que estar cuatro días parados, nos quedamos cortos de tiempo para llegar hasta la coruña que era mi destino elegido. Regresamos por dentro, atravesando entre otros sitios León, Burgos, Zaragoza, el desierto de los Monegros y finalmente Barcelona. Llegados a la Ciudad Condal y en plena Diagonal, la Sanglas me dijo adiós, rompiendose y necesitando llevarla hasta el barco con una grua. Cuando llegué a Palma el diagnostico fué demoledor, rotura del motor, casi partido por la mitad. Como anécdota del viaje, y os aseguro que hubo muchas, que cuando hicimos noche en un hotel en pleno desierto de los Monegros y al bajar a cenar vimos Miguel y yo por primera vez una tele en color, no hace falta deciros que por lo menos yo aluciné por un tubo. En fin, sigamos... vendí la moto como chatarra y me compre una Ossa 250 de carretera. Una verdadera máquina de volar bajo. Volví a "Tunearla" y además le pinté el depósito a imitación de la Easy Ride de Fonda en la película del mismo nombre. Era una pasada de moto, dejaba a triumphs, Bmw, Honda, Yamaha y otras atras en los semáforos, y sorteaba el trafico con agilidad, desplazándome rápidamente. Pero un día la dejé aparcada en la calle Balmes, frente a la guardería de mis hijos y al día siguiente al ir a buscarla me habían robado el carburador, y la cadena de tracción y destrozado la moto cortando incluso el sillín, que había hecho a propósito para ella. Mi desolación fué total y la vendí. Después vino una nueva máquina, la Cagiva-Harley Dávidson. Siiii, por fin tenía una "Seudo" Harley. Seguía con los mismos 250 c.c. de algunas anteriores pero era una maravilla. La disfruté unos tres años, pero debido a cirucnstáncias especiales de mi vida la tuve que vender. Después pasarón algunos años y volví a mis orígenes comprándome una Gilera de 75 c.c. y sin marchas. Esta la vendí a los dos años. Finalmente me compré una Yamaha de 250 cc. pero debido a que la enfermedad, que después estallaría en mi cuerpo, ya estaba mermando mi estabilidad, sufrí un accidente a poco de comprarla y la vendí, prácticamente al mismo precio de compra. Desde entonces, hace ahora unos ocho años, no he tenido vehículo de dos ruedas. pero, genio y figura hasta la sepultura, ahora voy detras de una moto de tres ruedas, que ha salido al mercado hace poco, y que mantiene la estabilidad parecida a un coche, incluso se aparca sin caballete, y .... bueno, ya veremos.
¿Que?...
¿Como....?
¡AAAAhhh! las fotos, claro, perdón se me olvidaba. Las fotos que acompañan a este escrito no tienen nada que ver con el, pero ¿a que molan?, o bueno a mí sí me molan. Miradlas bien y vereis como cambiáis de opinión.
Por cierto no quiero terminar este escrito sin recordar a Miguel llop, el amigo que hizo el viaje del norte de España conmigo. Además de la amistad me unió con el multitud de vivencias inolvidables entre ellas este viaje. Y aunque ha fallecido sigue vivo en mi memoria y mis recuerdos. Supongo que si alguna vez me vuelvo a montar en una moto, Miguel estará alli para animarme y acompañarme. Va por tí, Miguel, este artículo.

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