jueves, 10 de septiembre de 2009

Artículo de prensa con mi novela como tema


Un Apocalipsis en Palma de Mallorca



Carlos Cabeza (*)
miércoles, 09 de septiembre de 2009
Aproveché los últimos días de mis vacaciones veraniegas en la Colonia de Sant Jordi para leer el libro de mi buen amigo Tomeu Pinya titulado ‘El Ángel del fin del mundo. Un Apocalipsis en Palma de Mallorca’.
Obra de literatura fantástica en la que se recrea una invasión de las fuerzas del mal comandadas por Belcebú y su corte diabólica.
Enfrente, una alcaldesa de Palma, joven y de izquierdas, intentaba parar la destrucción y el caos que como es lógico la gente mala intenta provocar, no te cuento si además son diablos con todo su pedigrí.
En su maldad y sectarismo daban mala vida a unos y abducían a otros para que a su vez dieran mala vida también a los primeros.
Disfruté del libro, disfruté de la imaginación portentosa de Tomeu pero volví a la realidad.
Esa realidad incluía la vuelta a Palma, a mi trabajo, a mi mundo que había dejado un mes antes.
Tengo que confesar que nada ha sido igual tras leer la obra de Tomeu, mi percepción ha cambiado.
Palma no estaba caótica sino apocalíptica, zanjas por doquier, vallas cortando el tráfico por aquí y por allá, paradas de autobús desplazadas para un lado o para otro, aceras con vida propia, carriles bici estrechos serpenteando de la manera más improvisada; planchas de acero a veces titubeantes en la calzadas mal cerrando el paso al otro mundo; gente, mucha gente atrapada en sus vehículos esperando que se abra algún espacio unos metros mas adelante para ocuparlos de inmediato en feroz competencia; cansancio desesperación, cabreo, nervios y posibilidad de cometer errores que conllevan daños y víctimas; las avenidas colapsadas y por ende también las calles adyacentes, guardias por todas las esquinas para intentar remediar lo irremediable; frondosas arboledas que lucharon por la vida durante décadas yacentes en alargadas tumbas de asfalto rojo sin más Rip que una bici pintada en blanco cada tantos metros; algunos ciclistas sudando y respirando CO2 a raudales (suicidio lento), intentando interpretar el nuevo orden lanzados a 20Km/h en dirección opuesta a unos autobuses que van a 50Km/h (20+50=70Km/h, suicidio rápido) sin más separación que 30 centímetros entre carril y carril 30 centímetros para separar la vida de la muerte.
Autobuses de frontal plano sin ninguna opción al rebote lateral y, horror, autobuses articulados con imprevisibles y amplios desplazamientos de cola; taxistas estresados temiendo que la bajada incontrolada de un desertor suponga de inmediato la irrupción de uno o varios espontáneos con bici incluida en su pequeño aforo.
Mas, horror, se me olvidó que en nada se inician los colegios e incluso que existen días en los que llueve, circunstancias ambas que recrudecen el tráfico.
Mientras, en algún despacho ellos exclaman: esto no es nada…aquí da para el tranvía.
Sí, mi percepción ha cambiado, esto es el Apocalipsis del que hablaba Tomeu, pero real.
Y entiendo perfectamente por qué escogió a esta alcaldesa joven y de izquierdas para liderar a las fuerzas del bien y salvar a los ciudadanos de la mala vida, de la frustración y del desencanto…era una obra de pura ficción.
(*) Carlos Cabeza es economista

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